Poción de amor número nueve – capítulo 2
Traducción por Mariana Melendez de “Love Potion Number Nine” por kasiaeliza
Nota del autor:
En esta historia, Victoria estuvo una vez en la cueva del Zorro, pero el compromiso nunca ocurrió.
Esa misma noche, Diego y Felipe se sentaron juntos en la cueva. El caballero le contó a su joven ayudante los hechos de las últimas horas. El niño escuchó, y su rostro estaba pintado con diferentes emociones: miedo, admiración, incredulidad y finalmente una sonrisa de complicidad. Especialmente cuando Diego llegó al punto en que la hermosa dueña de la taberna finalmente notó a Diego.
Felipe no podía esperar y Diego, un poco confundido, se interrumpió a mitad de la frase. El chico empezó a hacer señas: “¿La besaste? ¡Tenías que haberla besado! ¡Vamos, puedes decírmelo!”
Diego miró a Felipe, la felicidad brillaba en sus ojos y suspiró. “Lo hice. ¡Pero no esperes más detalles! Además, Mendoza estaba allí”.
Felipe sonrió ampliamente pero también comenzó a tener dudas. Temía por la vida del hombre que era como un padre para él.
“¿Sabes lo que había en esa botella? ¿Es seguro? ¿Y si el alcalde sospecha algo? ¿O si Victoria lo piensa mejor?”
Diego levantó la mano y contuvo algunas señales de nerviosismo. Sabía que su plan no era perfecto, pero sintió que tenía una alta probabilidad de éxito. Cualquier sospecha también se descartaría fácilmente.
“Relájate, Felipe, sé que estás preocupado, pero es un plan bastante seguro. Las botellas tenían agua coloreada con el agregado de alcohol, nada más. Después de todo, el Dr. Wayne no quería envenenar a la gente sino adelgazar sus carteras. La fuerza de las pociones radica en el poder de la sugestión “.
El joven expresó otra pregunta.
“Tanto quería Victoria quería atrapar al Zorro, que durante algún tiempo estará firmemente convencida de que está locamente enamorada de mí. Cuanto más crea en la poción, más convincente será”.
Felipe sonrió pero mostró otra señal: ¿y el Alcalde?
“El éxito de este plan depende de que sea De Soto quien nos empuje al matrimonio. Y aquí comienza tu papel. No puedo hacer todo solo”.
Durante varias horas, los dos conspiradores organizaron los detalles para los próximos días. Algunas ideas fueron rechazadas por ser demasiado absurdas o locas mientras que otras se incluyeron en la lista de tareas. Felipe comprendió cada vez más la idea de su amigo y buscó lagunas en el razonamiento de Diego. Por fin, vio el potencial de felicidad del hombre al que más respetaba y amaba en el mundo.
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Diego sabía que la primera mañana sería crucial. Temprano en el día todo puede verse diferente, una persona después de una buena noche de sueño puede mirar ciertas cosas desde otra perspectiva. Por eso llegó al pueblo poco después del amanecer y entró silenciosamente en la taberna. Si Victoria tenía dudas, tendría que disiparlas sin testigos.
Se sentó en la puerta de su habitación y esperó sonidos que indicaran que ella ya se había despertado. Cuando escuchó el susurro de la ropa de cama y un bostezo silencioso, se puso de pie y llamó suavemente a la puerta.
Victoria se quedó helada. ¿Quién podría estar llamando a su puerta una hora después del amanecer? No estaba completamente despierta, estaba en algún lugar entre la realidad y el sueño. Dijo “Adelante” sin pensar mucho.
Lo primero que vio fue cuando la puerta abrió una gran canasta de rosas rojas. Un dulce olor llenó inmediatamente toda la habitación. Detrás de las flores se asomaba su mejor amiga con cautela, ojos soñadores llenos de amor y ternura.
“Mi Venus, quería saludarte esta bendita mañana y pedirte humildemente que me hagas el honor de aceptar estas rosas como símbolo de mi amor y devoción”.
Victoria se sorprendió, pero recordó rápidamente los eventos de ayer. Cómo esos hermosos ojos azules miraban directamente a su alma, cómo su corazón latía como un caballo al galope, cómo esos labios carnosos y suaves sabían a vino y pasión. Una ola de emociones, similar a la de ayer, la inundó y su respiración se aceleró.
Diego la miró de cerca, su respuesta dictaría sus acciones próximas. En su mente, exhaló un suspiro de alivio cuando vio que el objeto de sus sueños todavía estaba bajo el hechizo. Dejó la canasta a los pies de la cama y se sentó cerca de Victoria. Tomó su mano entre las suyas y la besó en el dorso.
“Mi amor, di algo. Pasé toda la noche añorando tu presencia, tu belleza, tus labios. No sé si logre estar una hora más lejos de ti”.
La dueña de la taberna, habladora habitual, se quedó sin palabras. Levantó la otra mano y le acarició suavemente la mejilla. Su cabeza trató de protestar, ” Este es solo tu aburrido amigo Diego, amas a otro ” , pero el corazón lo sabía mejor. ” Diego siempre ha sido tu roca, lo amas, siempre lo hiciste “.
La mirada intensa entre ellos dijo más de mil palabras. Finalmente, hubo respuesta. “Cariño, tampoco creo que pueda estar lejos de ti una hora más”.
Los sonidos del bullicio matutino de Pilar los trajeron un tanto a la realidad. Diego le volvió a besar la mano y le prometió que esperaría abajo mientras ella se preparaba para el día.
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“¡Mendoza!”
Unos segundos más tarde, el sargento irrumpió en la oficina del Alcalde y se puso firme. “Sí, mi alcalde”.
De Soto se sentó cómodamente en su silla y miró los documentos. Ni siquiera levantó la vista hacia su subordinado, sino que exigió un informe.
Mendoza comenzó a contabilizar todas las novedades de ayer por la tarde. “No atrapamos al Zorro. El cabo Sepúlveda se torció el tobillo limpiando los caballos. No podrá trabajar en una semana o dos. Impuesto vencido. Don Diego y Victoria bebieron juntos la poción del amor eterno. Y don Rafael tiene un nieto, por eso el Dr. Hernández no pudo ayudar a Sepúlveda antes porque estaba recibiendo … “
El Alcalde escuchó con un oído, pero el significado de las palabras lo golpeó de repente y el informe fue interrumpido. “¡¿Qué ?!”
El sargento estaba acostumbrado a tales explosiones, por lo que comenzó a explicar una vez más, como si de un niño pequeño se tratase. “El Dr. Hernández no pudo venir …”
Sin embargo, De Soto lo volvió a interrumpir. “¡Idiota, no estoy preguntando por el Dr. Hernández! ¿Qué dijiste sobre Diego y la moza de la taberna?”
A Mendoza no le gustó que llamaran así a su cocinera favorita, pero sabía que la protesta no tendría sentido. Respiró hondo y empezó de nuevo.
“Dije que Don Diego y Victoria bebieron la poción del amor eterno, por lo que ahora están locamente enamorados el uno del otro. Ya todo el pueblo lo sabe, y debo admitir que el joven De la Vega es bastante inspirador en su noviazgo.”
De Soto no podía entender cómo el aburrido y desapasionado caballero pudiera ser inspirador en cualquier cosa, especialmente en el romance. Es más, ¿la dama del Zorro olvidó tan fácilmente a su bandido y se enamoró de otro? ¿Cómo fue esto posible? Necesitaba saber más.
“¿El Zorro no apareció?” El sargento lo negó. “La noticia seguramente le llegará pronto. Se sentirá traicionado, frustrado y hambriento de venganza. Tal vez incluso mate o lastime a Don Diego. ¡Fantástico!”
Mendoza no compartió el deleite de su superior. Consideraba al Zorro su amigo, así como a Don Diego y a la señorita Escalante. No quería que ninguno de ellos fuera herido.
“Madre de Dios, Alcalde, ¿por qué es fantástico? Podría terminar en una tragedia”.
De Soto lo miró con lástima. “El Zorro querrá enfrentarlos. Definitivamente será una conversación animada. Cuando se distraiga y baje sus defensas, lo atraparemos. Todo lo que tenemos que hacer es mantenernos fuera de vista. ¿Dónde están ahora?”
“En la taberna, desde temprano esta mañana, pero escuché que van a hacer un picnic mañana”.
El alcalde estaba claramente complacido. “Vigílelos, vendré más tarde. Esta vez atraparemos al Zorro”.
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De Soto se sentó en la esquina de la taberna con Mendoza todo el día y miró con disgusto a la joven pareja. Al principio, fue incluso divertido, pero el cortejo del joven De la Vega y la señorita Escalante fue tan romántico y dulce que lo enfermó.
El joven Don se sentó frente a su musa, tomó su mano todo el tiempo, la alabó y citó los poemas de Shakespeare. Hablaron, se rieron y no vieron el mundo que los rodeaba. Pilar se apiadó de ellos durante la cena y puso dos raciones en la mesa sin que ellos las hubieran pedido. Sin embargo, la joven pareja no comió como de costumbre: ¡se alimentaron entre sí!
Tal comportamiento no fue fácil para los nervios de un soldado amargado.
“… y luego él la llamó su pomelo pequeño. Y ella lo llamó su melocotón. Entre ellos, tienen los ingredientes de una buena ensalada de frutas. Es realmente bastante nauseabundo”. De Soto tuvo suficiente. Incluso la tentación de atrapar al Zorro no merecía tanta tortura.
“Se ven tan bien juntos como si siempre hubieran pertenecido el uno al otro. Y qué romántico es Don Diego. Cuando conozca una hermosa señorita, definitivamente le pediré ayuda para cortejarla”. El sargento Mendoza solo vio los aspectos positivos de toda la situación.
De Soto se rindió. Rodeó discretamente la taberna de soldados y se dirigió a sus aposentos.
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Al día siguiente, los enamorados fueron a montar a caballo y hacer un picnic. De Soto y Mendoza los siguieron a cierta distancia. Diego sabía que los estaban vigilando, como el día anterior.
” Bien, te tengo exactamente donde quiero, Alcalde. Veremos cuánto romance puedes manejar “. Pensó con humor.
Extendieron una manta debajo de un gran árbol, donde el cálido sol de California no brillaba. Medio sentados, medio tumbados, disfrutaban del buen tiempo y del otro.
En la siesta, Diego finalmente escuchó al alcalde que se acercaba. Decidió subir un poco la temperatura y comenzó a besar su cuello suavemente. “Victoria …” Su voz adquirió un tono ligeramente ronco.
Sonrió cuando De Soto empezó a toser. La pareja se volvió para mirarlo.
“Diego, Victoria. Solo pasaba por aquí. Vi los caballos”. El Alcalde comenzó a explicarse.
Victoria estaba un poco irritada. Un momento antes, el caballero encontró su punto vulnerable y un político desagradable era la última persona que quería ver en ese momento.
“Si, Alcalde. Vinimos aquí de picnic. Un picnic muy privado”. resopló.
De Soto actuó con ingenuidad. “Sí, está muy aislado aquí”. Cogió una botella de vino y preguntó. “¿Puedo?” Se sirvió un vaso y lo probó sin esperar respuesta.
Victoria estaba al borde de una explosión, pero sintió que Diego le acariciaba el brazo con dulzura. Se miraron el uno al otro hasta que su ira se desvaneció.
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Alcalde notó un mapa de California sobre una manta. “¿Qué es esto? ¿Un mapa?”
El joven don se lo quitó. “Sí, lo es. Nos preguntábamos adónde iremos en nuestra luna de miel. Tal vez Santa Bárbara, ¿verdad, cariño?”
El soldado quedó atónito. Hace dos días apenas se veían solamente como un par de conocidos, ¡y ahora están planeando un viaje de bodas! De hecho, un anillo de diamantes y esmeraldas caro y bellamente elaborado ahora brillaba en el dedo de la señorita.
“¿Matrimonio? Um … ¿Qué crees que va a decir el Zorro sobre todo esto?”
Diego sabía que este era otro momento importante. Afortunadamente, Victoria se encogió de hombros, se metió un trozo de comida en la boca y no dijo nada.
Tratando de ser relajado y despreocupado, se rió entre dientes. “¿El Zorro? ¿Qué puede decir? Victoria y yo estamos …” Besó a Victoria en la mejilla. “… enamorados. Ni siquiera el Zorro es rival para el amor. ¿No es así, pomelita?”
Diego se relajó cuando escuchó su acuerdo con su declaración y comenzó a besarla nuevamente.
Completamente ignorado, el alcalde montó en su caballo y se alejó del mirador. Cuando se unió a Mendoza, el alcalde le hizo vigilar a la pareja, pero él no quería mirar ni oír a sí mismo. Estaba sentado de espaldas a ellos, fuera del alcance de sus oídos. “¡Matrimonio! ¡Asqueroso!” pensó para sí mismo.
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El sargento se sintió un poco incómodo al ver a sus dos amigos en una situación muy privada. No hicieron demostraciones inapropiado para los novios y Mendoza les deseó lo mejor. Sin embargo, todavía se sentía un poco avergonzado.
Dio un suspiro de alivio al notar que Diego le dio a una bella señorita un rápido beso en la nariz y se acercó a su caballo. Pensando que se iban a ir, Mendoza vio a Diego sacar de su alforja algún objeto, listones y una caja larga.
El soldado comenzó a preguntarse qué iba a hacer el joven caballero. Miró a De Soto, quien dormía la siesta junto a él, pero decidió no despertarlo innecesariamente.
Entonces, Diego desdobló un lienzo. Le sonrió a su novia y comenzó a pintar su retrato. “Debería haberte sugerido que posaras para mí antes”.
Fue recompensado con la amplia sonrisa de su musa. “¿Por qué sería eso?” Preguntó burlonamente.
Don Diego admitió. “Tenía vergüenza de mis sentimientos hacia ti. Y si hubiera tenido el coraje para pedirte pintarte, la recompensa hubiera sido mirarte con impunidad durante horas y demorar el terminar el cuadro”. Sin interrumpir su trabajo, la miró con ternura de pies a cabeza. “Y me imaginaba que cada pincelada era una caricia prohibida”.
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Victoria se sonrojó al ver su mirada errante y el significado oculto de sus palabras.
Diego no quería admitirlo, pero tenía una colección bastante impresionante de representaciones de su amada en su escritorio. Así que no tuvo problemas para pintar rápidamente un retrato y luego simplemente lo mejoró. Sin embargo, disfrutó cada momento y las bromas. Especialmente cuando puso a prueba su paciencia hasta el límite.
Mientras tanto, la hora de la siesta terminó y el calor de California disminuyó. De Soto se despertó. “Mendoza, ¿apareció el Zorro?”
El sargento respondió negativamente. “Si hubiera aparecido, le habría despertado de inmediato, mi Alcalde”.
Ignacio no se consoló. Miró hacia la pareja enamorada. “¿Qué están haciendo?”
El soldado sonrió soñadoramente. “Parece que Don Diego acaba de terminar de pintar un retrato de la señorita Escalante. Me gustaría poder pintar como él, me ganaría el corazón de todas las mujeres. Eso es tan romántico”.
Su superior no compartió su entusiasmo. “Idiota, ¿qué tiene de romántico que una mujer permanezca en la misma posición durante varias horas?”
Mendoza conocía a De Soto demasiado tiempo para discutir con él. Sin embargo, por lo que vio, Victoria disfrutó esta experiencia tanto como su prometido. Y definitivamente no parecía aburrida, tal vez solo un poco impaciente. El joven don tampoco le exigió que permaneciera en una posición todo el tiempo. Se acostó o se sentó cómodamente sobre una manta.
Sus sospechas se confirmaron cuando Diego le mostró el resultado final. La posadera le echó los brazos al cuello y lo besó apasionadamente.
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La irritación del Alcalde alcanzó su cenit esa noche. No solo la dulzura del cortejo le producía indigestión, sino que tampoco había señales del Zorro en ninguna parte. Caminó por la oficina y planeó sus provximos pasos.
” El Zorro generalmente sabe todo sobre los eventos que ocurren en el pueblo, a veces incluso antes que nosotros. Como si pudiera leer las mentes o tuviera buenos informantes. Y aquí está el segundo día y todavía el silencio de ese bastardo. Trampa perfecta, pero no sé si aguantaré más el suspenso. Qué bueno que Don Alejandro regresa mañana. Tal vez corte un poco el romanticismo de su hijo“.
